Las bacterias de nuestro sistema gastrointestinal, aliadas contra el COVID-19


En el curso del COVID-19 tienen lugar varias fases. Se determinó que el 60 % de los infectados tenían problemas intestinales como diarrea, vómitos o dolor abdominal en las primeras etapas de la enfermedad. Esto días antes de detectarse síntomas respiratorios o incluso neumonía.
Cuando las personas infectadas presentan síntomas intestinales no se sospecha que se deba a la infección por el coronavirus. Por lo tanto, no se les realiza la prueba, esto representa un factor de riesgo enorme en la transmisibilidad.
Al inicio de la enfermedad, el virus comienza a replicarse e infectar las células de distintos sistemas del organismo. Esto puede causar disfunción intestinal, cambios en la flora bacteriana e inflamación sistémica aguda.
A medida que la enfermedad progresa, el virus no necesita replicarse y la cascada inflamatoria más potente estalla, acompañada de problemas respiratorios y fiebre. Las personas que presentaron síntomas intestinales en las primeras fases fueron las que desarrollaron mayores complicaciones en fases más avanzadas.
Las razones por las cuales el SARS-CoV-2 causa más patologías en algunas personas que en otras siguen sin conocerse. Aún así, hay pacientes que logran eliminar el virus sin desarrollar síntomas, lo que sugiere que un sistema inmunitario fortalecido puede darnos la clave para comprender y superar la infección viral.
En este contexto, identificar los síntomas no respiratorios asociados con la COVID-19 lo antes posible podría detener la propagación.
La puerta de entrada principal para la invasión del SARS-CoV-2 son los receptores de la enzima convertidora de la angiotensina 2 (ACE2) que se expresan en los pulmones, pero también se encuentran en los intestinos.
La entrada del coronavirus produce un aumento de la inflamación que causa alteraciones en la flora intestinal. Estas pueden agravar la llamada tormenta sistémica de citoquinas o la hiperinflamación en los pacientes más severos. La mayoría de las comorbilidades de la COVID-19 como la obesidad, la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y la vejez se asocian con una disminución de la diversidad microbiana.
A menor diversidad, existe una mayor respuesta inflamatoria. Por lo tanto, esperaríamos un peor pronóstico de la COVID-19. Si podemos identificar qué bacterias orquestan el curso de la enfermedad, podríamos predecir la gravedad y el pronóstico de COVID-19.

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